Sus
ojos marrones yo ya conocía. Sus ojos marrones yo veía todos los días. Sus ojos
marrones comencé a mirar con otros ojos míos aquella tarde. Sus ojos marrones
ya no eran los mismos ojos marrones que yo hacía años comprendía. Yo ahora, veía
otros ojos marrones. Sus ojos marrones a mi me gustaban. Sus ojos marrones me
confundían. No se si eran los mismos ojos marrones o si eran mis ojos verdes
que ahora los veían de otra manera.
Mis
ojos verdes y sus ojos marrones estaban viendo otra cosa ahora. Era exactamente
lo mismo que hace diez años atrás, o vaya uno a saber cuanto tiempo hacía que
estos cuatro ojos se conocían y nunca se habían mirado con esa mirada que ahora
no se podían quitar.
Nos
mirábamos como cuando éramos niños, el mismo pelo de esos ojos, los mismos
lunares y la misma boca. Incluso la misma voz hacía sentir ahora que los otros
ojos me pertenecían.
Tanto
tiempo teniéndonos ahí al lado. Tanto tiempo buscando lejos. Tanto tiempo
mirando con otros ojos a otros ojos que no me pertenecían.
Estos
ojos verdes eran los mismos ojos verdes que ahora veían con otros ojos porque
sus pestañas ya no los sobreprotegían. Ahora esos ojos veían sin límites, sin
miedos, con ganas y con amor.
Cuatro
ojos se conocen como nunca antes y como nunca después…
No hay comentarios:
Publicar un comentario